28 jun 2009

Antonio Escohotado

Un discípulo se acercó un buen día a su maestro el rabino para decirle: "maestro, estoy pensando en hacerme monje, ¿qué me aconsejaría usted?"
A lo que le responde el rabino: "¿no te basta con la cantidad de prohibiciones que tiene la ley para añadirte otra, subnormal?

26 jun 2009

La cara B del sistema


Lo que mantiene al capitalismo es el miedo a la libertad.

El mensaje del capitalismo es: "Vd. límitese a votar una vez cada 4 años, trabaje todos los días hasta 9 ó 10 horas y cumpla las leyes y nosotros le garantizaremos su seguridad". (La cruda realidad nos demuestra que este mensaje es falso, pero tranquilizador si uno ve tanto la tele que es capaz de creérselo).

"Le vamos a poner cámaras hasta en el W.C. y le vamos a vigilar hasta los pedos que se tira (pero por su seguridad). Vea el fútbol, lea la prensa rosa y no se preocupe de nada."

"Con sus impuestos vamos a mantener a la Corona, al clero y al ejército, vamos a fabricar armas y a participar en guerras. Incluso si por todo ello, querido ciudadano, le cae a Vd. alguna hostia, lo hacemos por su bien."

"Si estamos convirtiendo el planeta en un estercolero y el indíce de cánceres y otras enfermedades aumentan cada año en los países que no han querido ser ricos, es el precio que todos debemos pagar por el progreso del que disfrutamos. No piense en ello; pida un crédito y cómprese una televisión de plasma."

"Los inmigrantes son quienes tienen la culpa de todo lo malo que pasa; de los pelotazos urbanísticos, de que millones de horteras se embarquen en créditos que no pueden pagar para comprarse un monovolumen más grande que el de su vecino, ellos tienen la culpa de que la tele presente como modelos a seguir a los futbolistas, famosillos salsatomateros y parásitos de la misma especie y de que el personal admire al que saca pasta sin dar un palo al agua y se ría de quienes dedican su esfuerzo al trabajo productivo... ¡es que hay qué ver qué malos son estos inmigrantes!"

"Aquellos que le dicen que otro mundo es posible, que esto no debe seguir así y que no tiene futuro, son terroristas y antisistema que dan siempre una visión negativa y pesimista del mundo y a los que Vd. no debe escuchar."

"Vd. no piense, no se preocupe por nada, no haga preguntas, compórtese y no proteste que todo le irá muy bien y la vida será muy cómoda y muy bonita".

24 jun 2009

Los Muertos de Cristo - Cualquier noche puede salir el sol

El fútbol como manifestación del capitalismo


Por Francisco Umpiérrez Sánchez.


Cuando se observa la cantidad de personas que se mueven en torno al fútbol, el tiempo que le dedican, la pasión e interés que ponen en ello, uno no puede dejar de pensar cómo se podría cambiar el mundo si esta enorme energía de masas se empleara para fines más trascendentes: acabar con la pobreza, las guerras, las discriminaciones, etc. Pero esto no sólo sucede en el fútbol: se observa también en las celebraciones religiosas y en los eventos musicales. Hay ahí unas enormes energías de masas empleadas, no para transformar el mundo, sino para divertirse y enajenarse. Esto nos da una idea de hasta qué punto la irracionalidad domina nuestras vidas y cuánto derroche, no sólo material sino también espiritual, se produce en los países supuestamente más avanzados y civilizados del mundo.

Marx decía del capitalista que su mentalidad era de tal modo que en todo, absolutamente en todo, veía un negocio. Y para que todo se transforme en un negocio, todo debe transformarse en mercancía. Y esto ha sucedido con el fútbol. Antes el fútbol estaba en manos de sociedades deportivas y no se producía como mercancía. Pero todo cambió: los clubes de fútbol fueron transformados en sociedades anónimas y el fútbol empezó a producirse como mercancía.

Ha sido una gran victoria de la propiedad privada y del capitalismo sobre la propiedad pública y el socialismo. Pero muchos recordamos cómo eran los equipos de fútbol de los países del socialismo real: sus jugadores eran nobles en la cancha, percibían un salario normal, y una vez que acababan su etapa deportiva retornaban a su trabajo. Eran estrellas y eran muy admirados. Pero no se enriquecían ni vivían como reyes a costa de explotar las necesidades e ilusiones de las grandes masas.

23 jun 2009

Experimento sobre la obediencia a la autoridad de Stanley Milgram


Stanley Milgram diseñó esta investigación como consecuencia de la inquietud que le produjo la que había llevado a cabo, unos años antes, un psicólogo social, S. Asch, sobre presión grupal. Asch encontró una significativa conformidad en los sujetos ya que elegían la respuesta incorrecta (a pesar de darse cuenta del error) por imitar a la mayoría (cómplices del experimentador que cometían el error con premeditación). Los sujetos que elegían la respuesta correcta, desviándose así de la elección de la mayoría, se sentían molestos y "en evidencia".

Stanley Milgram pretendía medir la obediencia a la autoridad y captar la esencia de la atitud obediente y voluntaria. Naturalmente tuvo que disfrazar el verdadero objetivo del estudio y lo presentó como una investigación que medía los efectos del castigo sobre el aprendizaje.

El primer paso consistió en colocar un anuncio en la prensa local, ofreciendo una paga de 4 dólares, más gastos de viaje, a 500 personas que cumplieran el requisito de tener una edad comprendida entre 20 y 50 años. No había ninguna otra exigencia. La autoridad aquí estaba representada por la Universidad de Yale y ésta, a su vez, por el experimentador, un caterático serio y distante que sería quien diera las instrucciones (órdenes) a los/as alumnos/as.

Al voluntario se le instruía sobre el castigo que debía aplicar aun sujeto (un contable, rechoncho y amable) que se encontraba en otra habitación, sentado sobre una silla conectada a un generador eléctrico. Tenía sobre su brazo colocado un electrodo y recibiría descargas eléctricas cada vez que se equivocase. El voltaje oscilaba entre 14 y 450 voltios y el experimentador informaba que, aunque las descargar pudieran llegar a ser dolorosas, en ningún caso podrían ocasionar la muerte.

Iniciado el experimento, el sujeto que hacía las veces de profesor/a, debía apretar el pulsador (en total tenía ante sí 30 pulsadores) cada vez que el alumno se equivocaba, provocándole así una descarga eléctrica. Las primeras eran ligeras pero, una vez alcanzados los 120 voltios, el alumno comenzaba a gritar hasta el punto de pedir que lo sacaran de allí. A los 270 el quejido a era agónico.

Cuando los voluntarios/as que hacían de profesor/a dudaban y preguntaban al experimentador sobre si podían abandonar su puesto, el experimentador les urgía, con seguridad, a seguir. El resultado fue que la mayoría (alrededor del 63%) de los sujetos-profesores/as, llegó hasta el final, es decir, a descargar 450 voltios a una persona con el pretexto de ser castigada. En el transcurso de las pruebas, las reacciones de estos sujetos variaban. Iban desde las risas nerviosas hasta la crispación, temblores y otras reacciones que convertían a las personas, ciertamente presentables del principio, en unos desechos humanos. Pero, a pesar de encontrarse en esta situación, continuaban (más de la mitad de la muestra) en su puesto, haciendo lo que se esperaba de ellos/as. Obedeciendo.

Finalizados los experimentos, se informaba a los/as voluntarios/as de que no se dieron, en ningún momento, descargas reales al alumno y que ést era cómplice del experimentador.

Como es de suponer, fue grande la sorpresa de la comunidad científica ante los resultados encontrados por Milgram. Las críticas se multiplicaron, tanto por posibles fallos en el diseño experimental como por la falta de ética que se desprendía de la situación humillante a la que se sometía a los/as voluntarios/as. Aún así, el experimento fue replicado en Europa y Australia, encontrándose porcentajes todavía más elevados de obediencia al experimentador, hasta alcanzar en algunos casos el 80%.

A pesar del gran revuelo social y el hondo pesimismo sobre la naturaleza humana que se desprendía de este estudio, Milgram publicó sus resultados y las conclusiones más significativas se describen a continuación.

CONCLUSIONES:

1) Cuando el sujeto obedece a los dictados de la autoridad, su conciencia deja de funcionar.

2) Cuando el sujeto obedece órdenes, se produce una abdicación de la responsabilidad.

3) Los sujetos obedecen con mayor facilidad cuanto menos han contactado con la víctima y cuanto más lejos se hallan, físicamente, de la misma.

4) Los sujetos con personalidad autoritaria resultan más obedientes que los no autoritarios (clasificados así tras responder a un test de tendencias fascistas).

5) Cuanto más cerca está la autoridad, físicamente, se obedece más fácilmente.

6) A mayor nivel de formación, menor intimidación produce la autoridad, por lo que se produce una disminución de la obediencia.

7) Mayor propensión a obedecer entre las personas que han pertenecido a las Fuerzas Armadas o instituciones similares, donde es importante la disciplina.

8) No hay diferencias significativas entre hombres y mujeres, si bien las mujeres obedientes se ponen más nerviosas que los hombres obedientes.

9) El sujeto tiende a encontrar autojustificaciones a sus actos inexplicables.

MCD - Puta Cerda

22 jun 2009

Los cambios económicos y la costumbre


Todos estamos acostumbrados a ir a la playa, tumbarnos en la arena a tomar el sol y a bañarnos en el mar. Todo eso no cuesta nada. Es un bien público y todos lo disfrutamos. No obstante, en el lugar donde vivo hubo un tiempo en que ciertos sectores empresariales hablaron de la necesidad de que el disfrute de ese bien público tuviera un precio. ¿Por qué? Porque al Ayuntamiento le cuesta dinero mantener la playa limpia, mantener en funcionamiento los balnearios y acometer todas la obras de infraestructuras necesarias para el correcto disfrute de ese bien.


Los capitalistas suelen hablar de este modo: "al Ayuntamiento le cuesta dinero". Pero resulta que el Ayuntamiento es la representación objetiva de la sociedad, de manera que a quien le cuesta dinero es a la propia sociedad. Y si es la propia sociedad a la que le cuesta dinero, es la propia sociedad quien debe disfrutarla.


Supongamos no obstante, que esa tendencia se afianza y los capitalistas logran transformar a la playa en una mercancía y se deja en manos de una empresa privada su explotación. A partir de entonces ir a la playa costaría una determinada cantidad de dinero. Supongamos ahora que han pasado veinte años desde que se produjo ese cambio. A las personas que tuvieran quince años les parecería normal pagar una determinada cantidad de dinero por ir a la playa. Les pareceía normal que como la empresa que explota la playa tiene una serie de gastos, cobrara lo que tuviera que cobrar.


Se trata sólo de que observen cómo al cambiar las relaciones sociales entre los hombres, puesto que la transformación de la playa de un bien público en un bien privado es un cambio en esas relaciones, un sector de la sociedad se enriquece (la empresa que explota ese bien) mientras que el sector mayoritario de la misma, la que hasta entonces disfrutaba gratuitamente de la playa, ve mermada su renta disponible. Y la costumbre hace pasar por normal lo que no es normal. Puesto que para la izquierda lo normal es que las relaciones económicas entre los hombres sean socialistas, mientras que para la derecha lo normal es que las relaciones económicas entre los hombres sean capitalistas.


Algo semejante ha ocurrido con la televisión y el fútbol. Antes, al menos en España, eran bienes públicos. Pero con la profundización de la democracia, con la profundización de la libertad, se convirtieron ambos en bienes privados. Lo que sucedió fue que las grandes masas no se movilizaron para frenar esas privatizaciones y la izquierda no lo impidió. Cuando EEUU se disponía a atacar militarmente a Irak, millones de personas salieron a la calle para protestar e intentar impedir esa agresión. Desgraciadamente falta en la gente la conciencia de que las privatizaciones son tan graves como las guerras. Nos despojan de nuestros bienes y nosotros dejamos que lo hagan.


Francisco Umpiérrez Sánchez

21 jun 2009

La Gran Orquesta Republicana - El Miedo Global

Banda Bassotti - Figli della stessa rabbia

Segismundo Toxicómano - Tod@

¿Por qué obedecemos a la autoriad?

La obediencia a la autoridad es un tema sugerente para la Psicología, no sólo por la influencia que tiene en la vida individual de las personas, sino también por su calado en la organización de la estructura social, legitimada, y que está en la base de las relaciones sociales estables.
Sabido es que la obediencia a la autoridad está basada en el Principio de Jerarquía que ha sido exaltado, prioritaria y constantemente, en nuestra cultura porque es uno de sus pilares. Si no se respetase este principio sería difícil que funcionase una sociedad entendida como eficiente según los parámetros actuales del sistema. Esto en un plano general, pero también a un nivel más concreto, el de los individuos, es la obediencia a la autoridad la que permite una buena protección al sujeto. El muy socorrido "obedecía órdenes" protege de responsabilidades y disfraza de "sentido del deber" a posibles impulsos sádicos.
Mucho se ha escrito y debatido sobre el por qué la persona obedece aunque ese acto la sitúe en contra de sus principios éticos o de sus intereses. Un amplio abanico de respuestas se perfilan desde las más diversas disciplinas, pero aquí nos ceñiremos a la de la Psicología preferentemente. Desde la Psicología Profunda, por ejemplo, encontramos sugerentes reflexiones que concluyen que la causa de la obediencia está en el miedo. Miedo a ejercer la libertad y miedo a la soledad.
Desde la Psicología conductista se observa que la obediencia es la conducta más reforzada desde la más tierna infancia. En cambio, la desobediencia es la más castigada. Esta situación resulta muy cómoda para toda autoridad pero disminuye la capacidad de independencia (o espíritu crítico) del sujeto, quien resulta limitado para su futura vida adulta.
El enfoque de la Psicología Cognitiva pone el acento en las ideas irracionales (creencias erróneas o, al menos, no demostradas) consecuentes al sentimiento de culpa derivado del continuo castigo.
Todas estas respuetas discurren en el terreno de los psicológico pero también hay tesis biologicistas. Estas teorías consideran la obediencia a la autoridad como una predisposición determinada genéticamente, si bien hay general consenso en cuanto a que siempre, junto a la herencia biológica, hay participación del aprendizaje en toda conducta. Desde aquel efoque, determinista, se alzan algunas voces que proclaman la bondad de la obediencia por considerar que ha sido favorecida por la selección natural, (dada su utilidad para la preservación de la especie).
MERCEDES SANTOS, psicóloga miembro de Sodepau.

20 jun 2009



Si no espabilas de una vez, los medios de comunicación conseguirán que los pocos que todavía no aman al opresor acaben odiando al oprimido, víctimas de una desinformación total y absoluta.

Lo peor de esta crisis está por llegar

Santiago Niño Becerra: "El capitalismo se ha convertido en un cadáver".


En Septiembre de 2007, cuando salió a la luz la gigantesca problemática económica creada por las hipotecas de alto riesgo, empezó a constatarse que el ritmo del crecimiento económico actual es totalmente insostenible. Desde entonces, cada vez hay más desempleo, más compañías que suspenden su actividad y más entidades finanieras con dificultades.

En opinión de Santiago Niño Becerra (Barcelona, 1951), catedrático de Estructura Económica de la Facultad de Economía IQS, de la Universidad Ramón Llull, "la deuda acumulada por el actual modelo económico no va a resolverse con más deuda, sino con profundas transformaciones estructurales". Autor de El Crash del 2010 (Los libros del Lince) afirma que "se avecina una crisis de proporciones gigantescas, totalmente inevitable, muy parecida a la de 1929, salvo por la diferencia de que ahora la caída está produciéndose a cámara lenta".

-Según ha dicho, todavía estamos en período de precrisis...

Sí, lo peor está por llegar. Aunque no queramos reconocerlo, este sistema ya ha cumplido con su función en la historia de la evolución de la humanidad y se halla en vías de agotamiento. La crisis de las hipotecas basura, los niveles descontrolados a los que se ha llevado la economía financiera y los montos de deuda privada desmesurados e inasumibles son indicadores de este agotamiento, cuyo punto de no retorno se alcanzó en 1973 y su máximo entre 2003 y 2006. A partir de ese año comenzó a gestarse el crash que se producirá a mediados de 2010.

-¿No se puede evitar?

No, es algo que tiene que suceder para que la evolución natural de los acontecimientos siga su curso.

-¿Y qué opina de usar dinero público para capear la situación?

Comprendo por qué y para qué se hace, pero no servirá de nada. La economía mundial lleva años funcionando por inercia, con el piloto automático, sin tener que enfrentarse a una verdadera crisis. De ahí que el sistema no esté preparado para actuar en situaciones de verdadero riesgo, como la actual. Por ello, las medidas que están adoptándose tan sólo servirán para ir tapando agujeros, sin un plan determinado, intentando salvar la situación y creyendo que se trata de un revés temporal y superable.

-Pero no será así...

La crisis que se avecina no será como las de 1993 o 2000. Lo que viene ahora no va a poder taparse. Es algo gordo de verdad: una crisis sistémica.

-¿Crisis sistémica?

Sí, es aquella que da lugar a un cambio que afecta de forma profunda e irreversible al modo de organización y producción del sistema, así como a su manera de atender y entender su realidad social. Al transformar completamente la forma en la que se han venido haciendo las cosas, esta crisis supondrá un trauma para la sociedad. Pero es algo cíclico, totalmente natural. De hecho, la crisis sistémica que se iniciará en 2010 será la decimonovena que se ha producido en los últimos dos mil años.

-¿Significará el fin del capitalismo?

No, pero sí el principio de su fin. Los sistemas económico-sociales, con ligerísimas variaciones, suelen durar unos 250 años. Y dado que el capitalista comenzó su andadura oficial con la llegada de la Primera Revolución Industrial, en 1820, terminará aproximadamente en 2070. De ahí que se esté convirtiendo en un cadáver económico.

-¿Qué pasará a partir de 2010?

Por mucho que políticos, banqueros y empresarios intenten hacernos creer que aquí no va a pasar nada, vamos a vivir el hundimiento de la economía entre 2010 y 2012, seguido de un período de estancamiento hasta 2015 y, posteriormente, una lenta recuperación hasta 2020. Así, cuando se produzca el crash de 2010 comenzará la paulatina imposición de limitaciones en el uso y el consumo de recursos, tanto a través del aumento de sus precios, como de la restricción o denegación de su consumo, lo que acarreará la muerte de algunas actividades, que se revelarán ineficientes.

-Y los ciudadanos, ¿qué podemos hacer?

Ha llegado el momento de responsabilizarnos de nuestra propia vida. Mi recomendación es que cada persona se dedique a trabajar en algo que le apasione, que realmente tenga sentido y que sea verdaderamente útil y necesario para la sociedad. Lo digo porque sólo quienes sean los mejores en su campo de especialización y aporten verdadero valor añadido a sus organizaciones tendrán garantizado un empleo a tiempo completo. Será una nueva filosofía que tendrá su eje en el concepto de responsabilidad personal, que comienza con el autoconocimiento y el desarrollo personal y tiene consecuencias sobre la elección de nuestra profesión, nuestro estilo de vida y nuestro consumo.

-¿Algún consejo más?

Quien tenga deudas, que las cancele cuanto antes o que las reduzca cuanto pueda, y que no se endeude más. Y antes de comprar cualquier cosa, que cada cuál se pregunte si verdaderamente lo necesita. La crisis de 2010 va a obligarnos a vivir de acuerdo con nuestras necesidades y no nuestros deseos. Dado que vamos a dejar de ir a más para empezar a ir a menos, lo necesario va a volver a ser lo único importante. Conceptos como "utilidad", "eficiencia" y "arprovechamiento"van a ser protagonistas, así como "colectivo", "coordinación" y "colaboración". No va a quedar más remedio que abandonar el individualismo y trabajar conjuntamente para lograr una mayor optimización en la gestión y el uso de los recursos. Como ha ocurrido siempre, este tipo de cambios se producen debido a una necesidad económica.

19 jun 2009

Breve análisis del capitalismo

Lo que se promociona, lo que impera, es el individualismo a ultranza, el afán de lucro, el ansia de escalar peldaños en la escala social, aunque para ello haya que pisar a más de uno. Y, desde el poder, se impulsan esos "valores" por la sencilla razón de que la burguesía se hizo fuerte gracias a ellos, domina el mundo, oprime y explota a millones de personas de todos los continentes en nombre de su "libertad de comercio", de su "libertad de explotación"... pero siguen usando la competencia.
La extienden entre los trabajadores que tienen que luchar entre sí por un puesto de trabajo (¡por el derecho a ser explotados!). Y para ello los capitalistas dividen a los trabajadores y a los pueblos por medio del racismo y la xenofobia, multiplican las categorías profesionales y azuzan a la guerra entre profesionales, pagan menos a las mujeres que a los hombres por el mismo trabajo, mantienen una alta tasa de paro (dividen a los obreros entre ocupados y desempleados)...

Francisco Brotons

Subcomandante Marcos (La lucha continúa)






Juventud sin ideal se arrastra por la vida


Cada cierto tiempo, inexorablemente, alguien sale a la palestra a rasgarse las vestiduras en tono indignado: "¡Estos jóvenes de hoy, hay que ver, que no hacen más que drogarse y ver la tele! ¡Que no tienen principios ni metas y no respetan nada, los jodíos! ¡Cómo son, éstos jóvenes!"
Desde luego que hay que ser muy cínico o muy gilipollas. A ver, señor de cuarenta que se sienta a ver los toros desde la barrera, entérese: estos jóvenes son hijos suyos. De su mujer y usted, de su hermana y su cuñado, de esa pareja tan simpática que vive en el tercero y que tiene un caniche y un Ford Focus. Haga el favor de no tratarnos como delincuentes.
El porqué alguien es como es no es fácil de determinar. El desvergonzado y pasota joven de hoy, ¿nace o se hace? En este caso la respuesta es sencilla, pues nos estamos refiriendo a un conjunto bastante numeroso. Descartando por altamente improbable que se haya producido una mutación genética espontánea, global y simultánea en unos cuantos millones de individuos, no nos queda más remedio que aceptar que los jóvenes de hoy son producto del entorno. Y el entorno, querido amigo, es obra de usted. Esta nueva generación evidencia violentamente el fracaso de la suya.
Y es que tuvo usted la oportunidad de cambiar drásticamente el entorno cuando acabó la dictadura, y la desaprovechó. Siendo objetivos hay que decir que, en fin, pudo haber sido mucho peor. Aceptamos pulpo. Pero ahora se me ha aburguesado usted, amigo. Se ha vendido. Cuando se les quitó el poder para devolvérselo a la gente, a los poderosos ya sólo les quedó dinero. El poder pasó a ser público, y durante un tiempo no se vivió mal. Fueron buenos años: sindicatos fuertes, empleos estables, viviendas asequibles, educación de calidad. Dignidad, palabras claras, ideas claras, poco eufemismo, nada de absurda corrección política.
Los ex poderosos querían comprar el poder al pueblo y una y otra vez se les decía que no, que no estaba en venta. Fue esa firmeza de principios la que evitó por un tiempo que el dinero otorgase poder.
Todo el mundo tiene un precio, dicen. No sé si todos, pero desde luego, muchos. Cuando ya no se puede sostener por las armas esa jerarquía social de dos niveles en la que los cuatro de arriba mandan y los millones de abajo son esclavos, la única forma de seguir estando arriba es construir una jerarquía piramidal.
En esta estructura a cada esclavo se le conceden otros dos esclavos. Y ésta no hace falta sostenerla con armas: se edifica lentamente sobre los sólidos cimientos de la estupidez y el egoísmo humanos. Todos son esclavos pero se creen señores. Que le pregunten a ese fascistoide jefecillo de sección que trabaja catorce horas, o a ese pequeño explotador con bigote y maletín que vende tornillos baratos a una gran constructora y que ya ha tenido dos infartos. Son estafados por los de arriba y procuran recuperar pérdidas estafando a los de abajo. Todos pierden.
Ese sindicalista que vendió a la empresa los derechos de aquellos a los que decía representar, ese profesor que incrementó el número de matriculados de su asignatura a base de suspensos para conseguir una ampliación del presupuesto departamental, ese alcalde que concedió el permiso de obra a cambio de una suculenta comisión, ese político que cambió la ley para sentarse a la derecha del gran hermano, estos individuos y esos muchos otros que vieron lo que estaba sucediendo y cobardemente enterraron la cabeza en la arena, todos ellos han ayudado a construir la pirámide.
Han traicionado a la sociedad, y todo a cambio de unas migajas. Un monovolumen, un jacuzzi, un sofá con masaje o una televisión de plasma. Pero, por supuesto, se declaran inocentes. Algunos hasta se creen inocentes. “Cualquier tiempo pasado fue peor”, “este sistema es el menos malo”. “Es el más acorde con la condición humana”, dicen, creyendo, como el mal ladrón, que todos son de su condición. El conjunto de excusas a la traición es una enorme farsa indigerible. España va bien, pero cada vez se vive peor. Ellos, sentados en su sillón con masaje, ignoran la viga en el ojo y se sorprenden y se preguntan qué les pasa a los jóvenes.

Pues les pasa que sus almas están presas en una trampa y eso les duele, y nadie parece comprenderles. Que sus instintos gritan a una razón que ha sido estupidizada. Que están cabreados y no pueden articularlo porque ciertas palabras están prohibidas. A los jóvenes de hoy no les importa nada porque nadie les enseña nada que de verdad valga la pena. Los jóvenes de hoy no tienen metas porque ya no quedan metas. Viven en una triste farsa y no tienen sueños a los que aferrarse. A los jóvenes de hoy se les vende esta mierda de realidad con tan bonitos eufemismos que no pueden entender porque no son felices. Los jóvenes de hoy no se drogan, se automedican una depresión tan profunda que ni siquiera son conscientes de ella.

Yo conservo la esperanza de que las cosas cambien, pero aún queda mucho por hacer y llevará muchísimo tiempo. Hay que despegarse de la tele de plasma y mirar por la ventana, hay que recobrar la cordura, recuperar las energías, las metas, la voluntad. Hay que asumir los errores, predicar con el ejemplo, recuperar las ganas de un mundo mejor.
Así que, señor de cuarenta que se rasga las vestiduras, tiene usted dos opciones: o ponerse manos a la obra a tratar de arreglar el desastre, o seguir chupando de la sopa boba atrincherado en su cinismo. Si opta usted por la segunda opción, al menos háganos un favor y cállese la puta boca.